Rafael Amaya / Рафаэль Амайа
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Re: Rafael Amaya / Рафаэль Амайа
Rafael Amaya: "Las drogas son la muerte”
En exclusiva, el actor mexicano reaparece y habla por primera vez de su proceso de rehabilitación de las drogas y el alcohol, y de quienes le salvaron la vida.
Por Carole Joseph; Diciembre 03, 2020
A finales del 2019, las grabaciones de la séptima temporada de la narcoserie El señor de los cielos habían concluido, temporada en la cual su otrora protagonista, Rafael Amaya, resultó ser el gran ausente. De hecho, el mexicano andaba medio desaparecido hacía ya meses: tanto de los foros de Telemundo como de sus redes sociales, en las que cuenta con millones de seguidores, y hasta entre sus más allegados, a quienes ni les contestaba el teléfono. Para esas fechas, el actor quería desaparecer de la faz de la tierra y optó por montarse en su auto en México y esfumarse sin darle razones o explicaciones a nadie.
Su regreso hoy —en esta portada digital— es casi un milagro, una historia de un hombre que voló alto, cayó bajo y está en proceso de reencontrarse nuevamente consigo mismo y con quienes dejó en el camino.
“Perdí mi paz interior, el amor que le tenía a mi familia, a mi trabajo. Poco a poco me fui sumergiendo en el fango oscuro del alcohol y las drogas, viviendo todos los excesos posibles habidos y por haber”, cuenta en exclusiva a People en Español Amaya, quien vivió durante meses escondido entre la gente en Europa y Centro y Sudamérica, usando gorras y barba larga para no ser reconocido. “Estuve mucho tiempo solo, haciéndole mucho daño a mis seres queridos, a mis amigos, a mis compañeros y al público también”.
Fue precisamente a sus seres queridos a quienes el actor mexicano pidió auxilio cuando tocó fondo hace ocho meses. “Estaba en mi estudio y de repente recibo una llamada. [Era Rafael]”, cuenta el compadre de Amaya, el cantante mexicano Roberto Tapia, que de vez en cuando tenía noticias del actor cuando este lo llamaba de diferentes números para no ser encontrado. “Me dijo: ‘Compadre, necesito ayuda, ya no puedo”.
Sin pestañear, Tapia unió fuerzas con la hermana del galán, Fátima Amaya, y con su mánager, Karem Guedimin, quienes durante meses habían rastreado cielo, mar y tierra sin poder encontrarlo. Juntos prepararon un plan para rescatarlo: con la excusa de que habían proyectos jugosos para él esperándolo en Sinaloa, México, lograron convencer al actor de que regresara —y una vez ahí lo internaron en una clínica de rehabilitación. “Mi compadre estaba en malas condiciones, pero deseando que alguien lo ayudara”, recuerda Tapia, quien para evadir a la prensa condujo 24 horas desde Culiacán, Sinaloa, hasta Acapulco, Guerrero, donde se encontraba Amaya. “En el coche [de regreso] él venía llorando. [Yo] le estaba haciendo ver todas las cosas chingonas que tenía en su vida y [que] las estaba tirando [por la borda]”.
A lo largo de su vida Amaya parecía haberlo tenido todo, incluida una fama mundial, gracias a su papel de Aurelio Casillas en El señor de los cielos. “Soy un ser humano, no soy un robot. Me dejé llevar por el alcohol, las banalidades”, confiesa arrepentido Amaya, quien tras gozar de las mieles del éxito creía firmemente que si la gente que lo rodeaba no tenía autos lujosos y yates, no estaba a su nivel. “Estaba cegado por el manto oscuro de la drogadicción”.
A Amaya se le cayó la venda de los ojos cuatro meses después de ser ingresado en la clínica de rehabilitación Baja del Sol del exboxeador mexicano Julio César Chávez, de la que Carlos Appel, primo hermano de Amaya, es el director. “Cuando llegó, la verdad no le quisimos decir a Rafa, pero sí llegó un poco sicótico, todavía creyéndose el señor de los cielos. Pero pasaron los días y ahora meses, y la evolución de Rafa ha sido increíble”, cuenta Chávez, quien también ha combatido sus propias adicciones. “Es un hombre noble. Como todo ser humano, tenemos errores en la vida. Lo difícil no es caer, lo difícil es levantarse y eso hay que valorarlo”.
Hoy, Amaya pone todo en una balanza y valora lo positivo más que nunca. “Estoy profundamente agradecido con todas las personas y con Dios, que es el que tiene las riendas de mi vida y [las] ha tenido —solo que no me daba cuenta porque estaba anestesiado y no sentía nada”, asegura. “Con todas las bendiciones que se han presentado otra vez siento que renací. Tengo fe, tengo amor, esperanza, planes”.
De sus planes futuros, su proceso de sanación y del sueño de volverse a enamorar, Amaya habló largo y tendido con People en Español.
En exclusiva, el actor mexicano reaparece y habla por primera vez de su proceso de rehabilitación de las drogas y el alcohol, y de quienes le salvaron la vida.
Por Carole Joseph; Diciembre 03, 2020
A finales del 2019, las grabaciones de la séptima temporada de la narcoserie El señor de los cielos habían concluido, temporada en la cual su otrora protagonista, Rafael Amaya, resultó ser el gran ausente. De hecho, el mexicano andaba medio desaparecido hacía ya meses: tanto de los foros de Telemundo como de sus redes sociales, en las que cuenta con millones de seguidores, y hasta entre sus más allegados, a quienes ni les contestaba el teléfono. Para esas fechas, el actor quería desaparecer de la faz de la tierra y optó por montarse en su auto en México y esfumarse sin darle razones o explicaciones a nadie.
Su regreso hoy —en esta portada digital— es casi un milagro, una historia de un hombre que voló alto, cayó bajo y está en proceso de reencontrarse nuevamente consigo mismo y con quienes dejó en el camino.
“Perdí mi paz interior, el amor que le tenía a mi familia, a mi trabajo. Poco a poco me fui sumergiendo en el fango oscuro del alcohol y las drogas, viviendo todos los excesos posibles habidos y por haber”, cuenta en exclusiva a People en Español Amaya, quien vivió durante meses escondido entre la gente en Europa y Centro y Sudamérica, usando gorras y barba larga para no ser reconocido. “Estuve mucho tiempo solo, haciéndole mucho daño a mis seres queridos, a mis amigos, a mis compañeros y al público también”.
Fue precisamente a sus seres queridos a quienes el actor mexicano pidió auxilio cuando tocó fondo hace ocho meses. “Estaba en mi estudio y de repente recibo una llamada. [Era Rafael]”, cuenta el compadre de Amaya, el cantante mexicano Roberto Tapia, que de vez en cuando tenía noticias del actor cuando este lo llamaba de diferentes números para no ser encontrado. “Me dijo: ‘Compadre, necesito ayuda, ya no puedo”.
Sin pestañear, Tapia unió fuerzas con la hermana del galán, Fátima Amaya, y con su mánager, Karem Guedimin, quienes durante meses habían rastreado cielo, mar y tierra sin poder encontrarlo. Juntos prepararon un plan para rescatarlo: con la excusa de que habían proyectos jugosos para él esperándolo en Sinaloa, México, lograron convencer al actor de que regresara —y una vez ahí lo internaron en una clínica de rehabilitación. “Mi compadre estaba en malas condiciones, pero deseando que alguien lo ayudara”, recuerda Tapia, quien para evadir a la prensa condujo 24 horas desde Culiacán, Sinaloa, hasta Acapulco, Guerrero, donde se encontraba Amaya. “En el coche [de regreso] él venía llorando. [Yo] le estaba haciendo ver todas las cosas chingonas que tenía en su vida y [que] las estaba tirando [por la borda]”.
A lo largo de su vida Amaya parecía haberlo tenido todo, incluida una fama mundial, gracias a su papel de Aurelio Casillas en El señor de los cielos. “Soy un ser humano, no soy un robot. Me dejé llevar por el alcohol, las banalidades”, confiesa arrepentido Amaya, quien tras gozar de las mieles del éxito creía firmemente que si la gente que lo rodeaba no tenía autos lujosos y yates, no estaba a su nivel. “Estaba cegado por el manto oscuro de la drogadicción”.
A Amaya se le cayó la venda de los ojos cuatro meses después de ser ingresado en la clínica de rehabilitación Baja del Sol del exboxeador mexicano Julio César Chávez, de la que Carlos Appel, primo hermano de Amaya, es el director. “Cuando llegó, la verdad no le quisimos decir a Rafa, pero sí llegó un poco sicótico, todavía creyéndose el señor de los cielos. Pero pasaron los días y ahora meses, y la evolución de Rafa ha sido increíble”, cuenta Chávez, quien también ha combatido sus propias adicciones. “Es un hombre noble. Como todo ser humano, tenemos errores en la vida. Lo difícil no es caer, lo difícil es levantarse y eso hay que valorarlo”.
Hoy, Amaya pone todo en una balanza y valora lo positivo más que nunca. “Estoy profundamente agradecido con todas las personas y con Dios, que es el que tiene las riendas de mi vida y [las] ha tenido —solo que no me daba cuenta porque estaba anestesiado y no sentía nada”, asegura. “Con todas las bendiciones que se han presentado otra vez siento que renací. Tengo fe, tengo amor, esperanza, planes”.
De sus planes futuros, su proceso de sanación y del sueño de volverse a enamorar, Amaya habló largo y tendido con People en Español.
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